Seguro que habrán visto más de una vez fotografías de faros a punto de ser engullidos por enormes olas. Son imágenes que alumbraron hace unos años un nuevo género fotográfico, el de los paisajes de tempestades marinas. El poderío sin límites que se adivina en esas moles de agua enfurecidas que sobrepasan todo lo que se pone a su alcance ejerce un efecto hipnótico que atrapa todas las miradas. Casi todas las fotografías de faros asediados por las olas están tomadas en el mar de Iroise, una pequeña parcela del Atlántico que se extiende a los pies de la Bretaña francesa.
El litoral bretón es el equivalente de nuestros vecinos del norte a la Costa de la Muerte gallega: además de tener su propio Finisterre, una península que se llama la Punta de Raz, la línea de costa está salpicada de arrecifes y adornada por espectaculares acantilados. Dada su configuración, una proa que se adentra en el océano, la recorren formidables corrientes marinas que se vuelven aún más temibles por efecto de los continuos temporales del noroeste. El tramo, en fin, reúne todas las condiciones para que navegar por sus aguas sea un infierno.
Bretaña es la región francesa que acumula mayor número de naufragios. Es también la que suma más faros -84- debido al endemoniado perfil de su costa. A los fareros, que siempre han sido gente especial, no les hacía mucha gracia el destino: el Finisterre francés es parada obligada para las grandes borrascas y además había torres tan aisladas que les hacían estar incomunicados durante largos periodos. Los fareros bretones tenían hasta su propia clasificación: había faros paraíso (los que estaban en tierra firme), faros purgatorio (los ubicados en islas) y faros infierno (los que se erigen directamente sobre el mar).
Tormentas y faros
La costa bretona está salpicada de faros. Hay 84 en total, la mayoría en emplazamientos espectaculares. En los últimos años se ha desarrollado un turismo de tempestad que atrae a visitantes ávidos de contemplar imágenes de faros azotados por grandes olas.
Patrimonio
Marc Pointud, que será a partir del 27 de febrero inquilino del faro de Tevennec durante 60 días, demanda una mayor protección del patrimonio arquitectónico que representan los faros por parte de la Administración francesa.