Su rostro es el reflejo de haber dedicado más de media vida al mar. Con 300.000 millas náuticas surcadas, el viento ha dejado en él una tonalidad rosada permanente, y el sol parece haber aplicado sobre su cabello un tinte platino natural. Marinero profesional, “no atleta”, desde la adolescencia, y subido a un barco desde la infancia, Álex Pella (Barcelona, 1972) tiene en el agua su medio natural.
Acaba de convertirse en embajador de la relojera TAG Heuer y en enero completó la vuelta al mundoa bordo del trimarán IDEC Sport, junto a otros cinco compañeros de tripulación. El objetivo era batir el récord en dar la vuelta al mundo a vela: 45 días, 13 horas, 42 minutos y 13 segundos. Su equipo quedó a 30 horas. Más de mes y medio en el mar, aunque a Pella allí el tiempo le pasa a toda velocidad:“La navegación es intensa, y todo se pasa muy rápido. Siempre ocurren cosas, es una competición, y hay muchos componentes:el estrés, la conducción, las rutas…”.
Esta vez, la aventura fue con compañía. Integrarse en equipos, reconoce, es la forma “de vivir de esto”, ya que, hasta ahora con TAGHeuer, no había recibido el suficiente soporte de patrocinadores para sus travesías en solitario, donde más disfruta. En 2014, se convirtió en el primer español en ganar una regata transoceánica, la Ruta del Ron, sin más compañía que su barco, y sin pegatinas en él, enfrentándose a rivales que multiplicaban su presupuesto. Le duele que la vela no atraiga interés y sea vista como algo “elitista”, en un país dedescubridores marinos. “Fuimos los primeros en cruzar el Atlántico y en dar la vuelta al mundo. Y no hay cultura de mar, no tiene tirón. Es surrealista. Cualquier país que valore la vela hubiese soñado con organizar las competiciones que se han traído aquí. Pero no se hicieron para desarrollar la vela, sino por desgravaciones o política de regiones”. No busca cifras, busca valores, que la marca “entienda lo que es la vela”.
Pese a ello, no renuncia a su gran pasión, de la que habla con una permanente sonrisa:“Lo que puedes llegar a vivir en el mar en solitario, no lo experimentas con un equipo. Luchar contra los elementos, con el barco que te has preparado, con tus medios, y contra una flota de rivales que no ves, a mí me apasiona”. Esa experiencia en solitario le hace ser un perfil multiusos y ser muy reclamado por los equipos: “Tenemos que hacer de todo, y te contratan no por tus resultados, sino por tu polivalencia”. Dice adaptarse rápidamente a la mecánica de equipo, aunque, en las primeras reuniones no puede evitar poner sobre la mesa todos los problemas que pueden surgir, “y que otros compañeros quizá no se han planteado, pero que yo he vivido”. Subraya el factor humano como básico para cumplir los objetivos, “no para a evitar roces, sino por rendimiento. Si estás a gusto, hay comunicación, tienes buen rollo con el que tienes al lado, el barco va para arriba”, algo que prioriza al formar sus propios equipos.
El objetivo, relativizar el estrés y las dificultades. Al competir individualmente, es más difícil, pese a llevar preparada una solución para cada problema desde tierra. “El 80% del trabajo se hace antes, y la regata es el examen final. No puedes improvisar nada”. Calcula que, en una travesía en solitario, duerme 4 horas por cada 24, con intervalos que no superan los 40 minutos. Pocos, pero intensos:“En días con mucho estrés, de cansancio extremo, se te mezcla el sueño con la realidad. Despiertas incluso antes de que suene la alarma, o ves cosas que crees haber visto antes en sueños”.
En alta mar, dice, todas las sensaciones se exageran. Por ello, el equilibrio mental es una prioridad. “Al estar solo, la moral va hacia arriba y hacia abajo con mucha facilidad. En realidad, ni los momentos de euforia ni de bajón son para tanto. Pero tengo mis trucos, como pensar que nadie me ha obligado a hacer esto”. Y nadie va a lograr impedírselo.