A los investigadores que han estudiado los distintos viajes marítimos de los navegantes vikingos siempre les asaltó la misma duda ¿Cómo lo hacían para no perderse en medio del océano si no conocían la brújula? Primero se expandieron hacia el báltico, luego fundaron asentamientos en las islas Shetlands, las Orcadas, las Hébridas, Islandia, Groenlandia e incluso llegaron hasta Terranova. Y sin guía aparente.
La mitología nórdica apuntaba como básico en este éxito marítimo un artefacto con poderes mágicos, una piedra solar que permitía a los vikingos orientarse incluso de noche. Pero nadie creyó realmente que este tipo de objeto existiera en realidad hasta que unos arqueólogos húngaros encontraron el disco de Uunartoq.
Apareció hace setenta años, enterrada en un convento medieval en Groenlandia. Primero se pensó que era un ornamento, aunque análisis posteriores empezaron a formularse la hipótesis que ese disco era, en realidad, parte de una brújula rudimentaria en la que un trozo de calcita jugaba un papel central.
Ayudó en esa teoría que un grupo de investigadores de la Universidad de Rennes se encontraron con una piedra desconocida entre los restos de un barco hundido de la época de los Tudor (siglo XVI ). La piedra, del tamaño de un paquete de tabaco, era un tipo transparente de calcita conocida como Espato de Islandia.
Este cristal tiene una propiedad llamada birrefringencia, o doble refracción, que pudo permitir a los vikingos, según un estudio publicado por The Royal Society, calcular la posición del sol incluso cuando el sol se acababa de poner o estaba nublado. Según los expertos de la Universidad Eötvös Loránd de Hungría, con dos de estas piedras, un palo y un disco como el de Unnatoq se podía reproducir un tenue patrón luminoso con el que triangular la posición del sol.
El principal problema es que aún no se han hallado restos suficientes como para confirmar su funcionamiento. Esto se debe principalmente a que los ritos funerarios vikingos, que incluían la cremación de los cadáveres, acababan también con esas piedras solares.
Dénes Száz y Gábor Horváth han realizado simulaciones por computadora durante los últimos cuatro años para certificar si esa piedra solar era en realidad el elemento que permitió a los vikingos gobernar el Atlántico norte entre el año 900 y el 1200. Más allá de su habilidad para construir embarcaciones fuertes, esa brújula antigua les permitió navegar sin perderse en el océano.
Los expertos han observado que algunos cristales, como los formados de calcita, cordierita y turmalina, “pueden dividir la luz solar en dos haces incluso cuando está nublado”. “Cuando se gira el cristal, dividiendo los dos haces con el mismo brillo, un navegante podría ver los anillos polarizados alrededor del sol, mostrando efectivamente su ubicación en el cielo”, añaden.
Száz y Horváth señalan que, hasta el momento, nadie ha probado el uso de tales cristales para navegar desde Noruega a Islandia, Groenlandia o incluso Norteamérica. El análisis empírico requeriría demasiados viajes para ser concluyente. Por eso pensaron que la simulación por computadora sería un enfoque mucho mejor.
Por eso utilizaron como punto de partida un trayecto marítimo desde Noruega hasta un punto en Groenlandia. Repitieron virtualmente el recorrido en varios días distintos (incluidos el equinoccio de primavera y el solsticio de verano) y con condiciones climáticas diversas. Además, utilizaron diferentes tipos de cristales.
Después de introducir la posición del Sol para cada trayecto y época del año y las características de birefracción de la piedra solar certificaron que el uso “de un cristal de cordierita mínimo una vez cada tres horas tenía una precisión de 92,2% aproximadamente”.