Cuando en 1977 me contaron que en la segunda edición de la Whitbread, hoy Volvo, iban a participar dos navegantes españoles, pensé que por fin se abría una puerta a la esperanza para el hasta entonces imposible camino de la vela profesional celtibérica. Enrique Gutiérrez-Zulueta y Enrique Vidal serían los precursores en esta exigente experiencia deportiva de circunnavegar el mundo a bordo de un pequeño barco de vela. 'Zulu', como le llamábamos los amigos, se había formado como marino embarcándose en veleros de instrucción extranjeros, contabilizando en su haber varios miles de millas como tripulante polivalente. El otro Enrique, Vidal, ya había participado en la regata trasatlántica en solitario Ostar de 1976 a bordo de un robusto Puma de construcción nacional, con el que terminó en solitario y en una buena posición la durísima prueba de cruzar el Atlántico Norte.

Se dio la paradoja de que Zulueta tuvo que pagar su plaza para poder embarcar en el Great Britain II, el barco del célebre marino inglés Chay Blyth, que ya había competido en la edición anterior. Vidal, por el contrario, obtendría un puesto a bordo de un velero italiano gracias a su experiencia oceánica. Ambos tenían opciones de quedar en una buena posición, aunque la victoria ambos la veían lejana; en principio quizás estaba más cerca del barco inglés, aunque luego las millas navegadas acabarían por llevarnos la contraria.

Con el absoluto desinterés por las cosas de la mar que había en la España de los setenta, zarparían desde Gran Bretaña estos dos extraordinarios marinos. Y lo hacían con el consuelo de que al menos tres periodistas seguiríamos sus periplos marineros con intensidad, orgullo y admiración. Debo confesar que, por mucho que nos empeñábamos en sacar lo mejor de nosotros mismos, tratando que la gente participase de estas dos extraordinarias aventuras, todavía mantengo la percepción de que no logramos gran cosa, pues los triunfos de un equipo de fútbol de tercera división tenía en esos momentos mucha más coberturaque nuestra admirada regata.

Sin embargo, y esto se hizo evidente, la participación en la Whitbread de estos dos fenomenales marinos españoles abriría una brecha en nuestra náutica deportiva. Después, y durante unos años de forma continuada, lograríamos estar en la salida de esta durísima regata, que no sólo pone a prueba a marinos y barcos, sino que proporcionaba y proporciona hoy el grado de desarrollo náutico que posee cada país. Es verdad que hay naciones muy poderosas en navegación de recreo para las que este tipo de pruebas no son demasiado importantes, como es el caso de Francia, aunque, a veces, es un problema de gustos a la hora de abordar unas u otras formas de competir en la mar. Los galos fueron y siguen siendo los reyes de la travesías en solitario, mientras que holandeses, británicos, australianos y neozelandeses dominan las regatas con tripulación.

Al concluir la primera etapa de la Whitbread de 1977, mi amigo 'Zulu' dijo: "Es increíble comprobar lo que puede aguantar un barco de vela sometido a una meteorología de locos. Al principio estás un poco receloso, pues piensas que la embarcación no podrá aguantarlo, pero, a medida que le observas navegar te das cuenta de que están hechos para eso; que los barcos bien construidos lo pueden aguantar casi todo. Que las condiciones en las que normalmente navegamos en vacaciones no son nada en comparación con lo que en realidad pueden soportar". Un principio todavía vigente que demuestra que, a pesar de que transcurran los años, los fundamentos sobre los que se construyen los veleros se pueden aplicar a un periodo de tiempo muy amplio, y que los barcos de serie que utilizamos para disfrutar pueden soportar mucho más que lo que pudiéramos pensar. Otra cosa muy distinta es que se pretendan sobrepasar los límites a base de innovar en técnicas y conceptos, utilizando el océano como una inhumana pista de experimentación.

Hoy, apenas hay tiempo de probar los barcos. Cualquier regata está sumida en las prisas que marca el dinero de los patrocinadores. Y si un diseñador decide un aligeramiento determinado, siempre acaba por hacerse en detrimento de la robustez y la seguridad, algo con lo que los antiguos arquitectos navales jamás se atrevían a jugar. Pero eso es innovar. Antes se caían algunos palos por someter a las jarcias a esfuerzos terribles cuando había que aguantar los 'spinnakers' arriba con 40 nudos, aunque, por el contrario, en las primeras pruebas alrededor del mundo los veleros no sufrieron daños estructurales de consideración.

Tras su primera participación en la mítica vuelta al mundo a vela, también Enrique Vidal nos contaría sus impresiones en un extraordinario libro titulado 'Contra Viento y Marea': "Lo que más me cuesta es tener que compartir responsabilidades. Cuando navego en solitario sólo yo soy el responsable del barco. No es que sea mejor ni peor, son dos formas de navegar muy diferentes, y si me preguntas con cuál me quedaría, sin ninguna duda que lo haría con la navegación en solitario; es más pura, más tuya. Si te equivocas o aciertas es por tus decisiones".

Así las cosas, nuestros dos compatriotas lograrían concluir la prueba, que no es poca cosa: Zulueta lo haría en el Great Britain II en la duodécima posición, invirtiendo un tiempo de 134 días. Vidal, a bordo del BB Italia, llegaría en novena posición, empleando para circunnavegar el mundo 132 días.

La primera participación de dos navegantes españoles alentaría un proyecto español dirigido por el gran marino y ex presidente de la Autoridad Portuaria de Barcelona, Joaquín Coello. En otro capítulo veremos de lo que fueron capaces los tripulantes del Licor 43, un desafío a los mares más duros que ofrece el planeta totalmente español.