Como sabemos, el tatuaje fue principalmente en el pasado y ahora en menor medida una práctica muy extendida entre la gente de mar. Su origen es polinesio y las razones de su práctica antaño eran religiosas y, en no pocas ocasiones, supersticiosas. Durante mucho tiempo se ha dicho que todo buen marinero lleva la historia de su vida en la mar grabado en la piel de su cuerpo. Y no solo grabada por la sal del mar o por los rayos del sol, sino también, por tatuajes que narren su búsqueda de fortuna, las mujeres que dejaron en cada puerto, o los lugares que han visitado…

El tatuaje está muy ligado al peligro que representaba la vida del mar en los tiempos antiguos de la vela. Se creía que era un talismán de la fortuna, una llamada a la buena suerte, un detente a la desgracia o, por lo menos, la posibilidad de ser identificado en caso de naufragio. Estuvo de moda llevar el tatuaje de un cerdo en un pie y de un gallo o gallina en el otro, porque, según decía un contramaestre, estos animales tenían animadversión al agua y para otros eran marcas que protegían contra la muerte por hambre abordo, al representar dos buenas fuentes de alimentación, el jamón y el huevo.

Otra creencia común entre los marinos era que un símbolo religioso, como una cruz, una imagen de Jesucristo o de la Virgen, tatuada en la espalda, podía evitarles una sanción disciplinaria o hacer que fuesen castigados de manera menos severa (ningún creyente propinaría azotes o latigazos sobre una imagen de Cristo o de cualquier otra figura religiosa).

El tatuaje llegó a Europa por primera vez a través de los exploradores y marinos que acompañaron al famoso capitán inglés James Cook, en su vuelta de Tahití en 1771. De ahí la natural asociación entre tatuajes y hombres del mar. La propia palabra tatuaje proviene del término inglés tattoo, que proviene de la palabra samoana tatau, que significa marcar o golpear dos veces, dado que este era el método tradicional de realizar los tatuajes. La moda de los tatuajes no distinguía clases, siendo lucidos por rudos marineros y por miembros de la nobleza e incluso de la realeza. El rey Federico IX de Dinamarca (1899-1972) fue uno de ellos. Y podemos recordar a S. A. R. el infante almirante don Juan de Borbón y Battenberg (1913-1993), conde de Barcelona y abuelo del rey Felipe VI, que se había tatuado los brazos durante su servicio en la Royal Navy.

Muchas son las representaciones o figuras artísticas que pueden adoptar los tatuajes de temática marítima, con distinto significado. Así, desde golondrinas y gorriones (daban buena suerte e indicaban haber navegado más de 5.000 millas náuticas); a rosa de los vientos y brújulas (para no perder el norte); anclas (símbolo de protección, amuleto de buena suerte); velero (transmite el orgullo por una forma de vida); tortuga (indica que se ha cruzado el ecuador); hasta antorchas (que se ha cruzado el atlántico) o rock of ages (roca de los tiempos o cruz del marino), entre otras. La mayoría sirven para proteger a su portador. Así que si vais a realizar un largo viaje, llevad anclas, golondrinas, veleros… Que os protejan de los peligros.