Discreto y sin pretensiones, Sir Francis Chichester encarnaba el espíritu aventurero más auténtico. Antes de echarse al mar para escribir uno de los capítulos más gloriosos de la navegación, el inglés buscó protagonizar proezas en el cielo. Como piloto de avión, ya empleaba el sextante para orientarse, si bien fue en los océanos donde ese artilugio, y sobre todo su empeño en superar todos los obstáculos, le ayudó a convertirse en un mito. Ahora se celebra el 50 aniversario de aquella locura.
Chichester fue el primer hombre que dio la vuelta al mundo navegando en solitario, de oeste a este y siguiendo la ruta de los clíperes. Zarpó de Plymouth (Inglaterra) el 27 de agosto de 1966 y no regresó al mismo puerto hasta el 28 de mayo del año siguiente. En total, recorrió más de 47.000 kilómetros en soledad a bordo de su Gipsy Moth IV y realizando una única parada en Australia.
La épica travesía sirvió de inspiración para una legión de marineros que soñaban con emular al británico, entre los que se encontraba su compatriota Sir Robin Knox-Johnston, quien dos años más tarde -en 1969- culminaba una hazaña de mayor envergadura: convertirse en el primer hombre en circunnavegar en planeta en solitario y sin escalas."Era lo único que quedaba por hacer", reconoce Sir Robin en sus memorias.
Su periplo de 226 días a bordo de un queche de 16 metros le valió ser nombrado caballero por la reina Isabel II del Reino Unido. Solo al timón, siguió la misma ruta que los grandes y rápidos veleros comerciales del siglo XIX que, dotados de una tripulación de 20 personas, unían Europa y Extremo Oriente. Prueba de este increíble pulso contra los océanos es que la ruta de los clíperes, que Chichester había escogido para su circunnavegación en solitario a bordo de su velero con casco de caoba, es la utilizada en la mayor parte de regatas que dan la vuelta al mundo y que no vieron la luz hasta después de su odisea.
Antes de la construcción de los canales de Suez y Panamá, la circunnavegación más rápida y directa consistía en dirigirse hacia el sur del océano Atlántico a través del Ecuador, bordear el cabo de Buena Esperanza, atravesar una gran parte del océano Antártico y pasar el cabo de Hornos antes de volver a retomar el océano Atlántico. Actualmentesigue siendo la ruta más arriesgada y azarosa, y eso que hoy en día los navegantes disfrutan del progreso que ha experimentado la comunicación, la navegación, la construcción naval y la seguridad.
En los años 50, Chichester deja la aviación y comienza a navegar. Y cada vez lo hace más lejos de tierra firme. Ni siquiera dejó de salir al mar cuando le diagnosticaron un cáncer de pulmón. Ya en 1960 y con 65 años, gana su primera regata transatlántica en solitario, tras 40 días de navegación entre Plymouth y Nueva York y con regatistas dos veces más jóvenes que él como contrincantes. Desafió así a todos los gurús que mantenían que su velero de dos mástiles estaba diseñado para una tripulación de ocho personas.
Que estaba más pendiente de disfrutar de la aventura que de exprimir toda la velocidad de su embarcación lo demostró el 17 de septiembre de 1966, protagonizando ya la inédita vuelta al mundo. Ese día, Francis Chichester celebró tranquilamente su cumpleaños en pleno Atlántico, vestido de esmoquin y bebiendo champagne, si bien su bebida preferida era el gintonic.
Meses más tarde, más de 250.000 personas se congregaron en los muelles de Plymouth para recibir al nuevo héroe de los mares. Medio siglo después, su ciudad se prepara para rendirle de nuevo tributo.
La leyenda de Chichester traspasa las fronteras de su país. En el cuartel general de Rolex en Suiza, más concretamente en su museo, todavía se exhibe el reloj con el que el navegante determinaba su posición y escogía la ruta en función de la posición del sol y las estrellas. "Cuando lo utilizaba para establecer mi posición con el sextante sobre la cubierta de proa, a menudo sufría las sacudidas y mojaduras de las olas que rompían sobre la cubierta, cosa que nunca pareció afectarle", escribió el inglés en 1968 sobre el Oyster Perpetual que llevaba ajustado en su muñeca. Un documento que, sin pretenderlo, sirve de publicidad inmejorable para la marca.
Su legado; entre el abandono y Dire Straits
Más mimos aún recibió su barco, aunque no siempre fue así. Tras la muerte de su patrón en 1972, el Gipsy Moth IV fue exhibido fuera del agua en Greenwich para que los visitantes pudieran recorrer sus cubiertas. Con el paso de los años el velero acabó muy desgastado y se cerró al público, quedando como poco más que un trozo de historia abandonado. El grupo Dire Straits habla de eso en su canción 'Single Handed Sailor'.
La embarcación vivió su resurrección en 2003, cuando la revista especializada Yachting Monthly inició una campaña para restaurarla para dar una nueva vuelta al mundo. El Gipsy Moth IV inició la circunnavegación tres años después, pero cinco meses después de soltar amarras encalló en un atalón del océano Pacífico. La tripulación logró evitar su hundimiento y poco después el barco pudo ser transportado hasta Nueva Zelanda, donde el equipo de Copa América de Grant Dalton ayudó con las reparaciones para que pudiera completar la ruta. La embarcación cambió de manos por última vez en 2010 y sus propietarios todavía siguen navegando a bordo del legado de Francis Chichester.