Si nos equivocamos es, con frecuencia por hacer caso omiso de la tecnología que tenemos a nuestro alcance. Y, en muchos casos, desobedecemos lo que la información nos está aconsejando, por culpa, casi siempre, de esas prisas que nunca debemos tener en el mar.
Cuando se trata de salir a dar una vuelta cerca del puerto tenemos suficiente con la observación local, o como mucho mirar el parte más cercano, el del tablón informativo de capitanía, o incluso lo que nos digan los vecinos o la marinería del puerto. Un cambio de tiempo nos dejará siempre margen para volver a amarre. En muchos casos nos dicen que eso de “por la tarde se complica y entra levante”, y lo que hacemos es salir a media mañana a desplegar las velas o mover el motor y volvemos a la hora de comer a buen recaudo. En esos cortos espacios de tiempo, el riesgo es mínimo, y sabemos que el amarre lo tenemos a tiro en cuanto ya vemos asomar el primer borreguillo o las primeras nubes feas en el horizonte.
Pero si la travesía es más larga, comenzamos a buscar partes en todas las fuentes posibles. Cuanto más larga vaya a ser la singladura más información necesitaremos al respecto. Y si en salidas cortas buscamos información en los paneles del puerto, cuando hacemos más millas esa información ya no será suficiente. Necesitamos disponer de todos los datos posibles para procesarlos, y que nos ayuden a tomar la decisión de zarpar o esperar un día más. Esos datos los tenemos hoy en el móvil, con unas aplicaciones que son cada vez más completas, más precisas y fiables.